sábado, 16 de julio de 2016

Miguel del Campo y Emilio Iturriaga dos nombres de los Exploradores de España en Granada, de los que los Scouts granadinos de los años treinta hablaron lo menos posible durante largo tiempo.-



Ideal
16 julio 2016




     

     

     

       16 jul. 2016

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    El alcalde de los sublevados

    Junto a los militares sublevados en Granada se encontraba un teniente coronel de Infantería que había nacido en Puerto Príncipe en 1885 pero que, tras resultar herido en la Guerra del Rif, pasaría su convalecencia en La Zubia donde conoció a la que sería su esposa. Miguel del Campo tomó posesión de la alcaldía de la ciudad a las 19.15 horas del 20 de julio: «En nombre de España vengo a hacerme cargo del Ayuntamiento», dijo al alcalde Manuel Fernández Montesinos Lustau, que fue detenido y fusilado.
    Permaneció al frente de la alcaldía hasta el 5 de mayo de 1938 cuando fue cesado y destinado como coronel de un batallón destacado en Albolote. Falleció el 18 de agosto de 1948 en su domicilio, en el edificio La Paz de la calle Reyes Católicos. La portera encontró su cuerpo «derrumbado sobre el sillón de su despacho» junto a su pistola. La prensa dijo que se le había disparado el arma cuando la manejaba, pero en la ciudad se comentó que nunca pudo superar la muerte de su hijo Aníbal y que no fuera ascendido a general, precisamente porque no se consideró un mérito militar haber estado dos años al frente de la alcaldía.
    Durante su gestión se acometió el cubrimiento del último tramo del Darro, desde el Embovedado hasta el río Genil, se construyó la Casa de la Caridad, luego sede del Auxilio Social en el Paseo de los Tristes y unos comedores económicos para las familias humildes.
    En el sillón de la alcaldía le sucedió brevemente Emilio Iturriaga Latimer (hasta el 1 de junio de 1938) y, después, Antonio Gallego Burín.

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    • Artículo
    • 16 jul. 2016
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    TRES DÍAS DE JULIO

    El 20 de julio de 1936 la mayoría de jefes y oficiales de la guarnición militar de Granada se echaron a la calle para liquidar a la República. La provincia, como el país, quedó dividida. La guerra había comenzado

    «Ayer fue declarado el estado de guerra». Es quizás el titular que abre una de las portadas más importantes de la historia de este periódico. Corresponde al día 21 de julio de 1936, hace ahora ochenta años. La guerra civil española había comenzado tres días antes, con el levantamiento militar del día 17 en el norte de África. En Granada, la sublevación aún tardaría casi tres días en producirse y solo se hizo realidad a partir de las seis de la tarde del lunes 20 de julio. Quizás la falta de unanimidad entre los rebeldes habría demorado aún más el levantamiento, pero hubo noticias de que la comandancia militar había ordenado ayudar a los gubernamentales en Córdoba y se iban a entregar armas a voluntarios fieles a la República desplazados desde Jaén, por lo que el pronunciamiento se precipitó. Qué pasó durante estos días en Granada ha sido objeto de estudio del historiador Rafael Gil Bracero. En sus artículos publicados en La Historia de Granada (publicado por IDEAL) y en el libro ‘75 años con Granada’, se basa este reportaje.
    Miguel Campins Aura, que era el general de Brigada y Comandante Militar de la Plaza de Granada, había mantenido hasta la tarde del 17 su firme postura de permanecer leal al gobierno republicano: «En Granada no habrá ni un soldado rebelde», había dicho al gobernador civil César Torres Martínez. Los sublevados entendieron que, la única manera de controlar la situación, sería con las armas.
    Sobre las cuatro y media del día 20, el capitán de infantería José Nestares, por indicación del comandante de Intervención Militar José Valdés, amotina a los policías de la comisaría de la calle Duquesa. Detienen a Campins y le obligan a firmar el bando de Guerra: «En vista del estado de desorden imperante en todo el territorio de la nación desde hace tres días, ausencia de acción del Gobierno central y con el fin de salvar a España y a la República del caos existente, se declara desde este momento en todo el territorio de la provincia el estado de guerra». En ocho puntos, el bando pedía a las autoridades que garantizaran el orden público, avisaba de penas de prisión para quien fabricase, usase explosivos o llevara armas, saquease o robase y limitaba el derecho de reunión. Terminaba con un desconcertante: «Granadinos: por la paz perturbada, por el orden, por amor a España y a la República, por el restablecimiento de las leyes del trabajo, espero vuestra colaboración a la causa del orden. Viva España. Viva la República».
    Y todo se precipita. Antes de las seis de la tarde varios grupos de militares y civiles consiguen sublevar el cuartel de la Guardia de Asalto y se hacen con el control del Gobierno Civil. Del Regimiento de Artillería salió una batería que ocupó la plaza del Carmen, Puerta Real y la Trinidad y fueron tomando los lugares más estratégicos como la Fábrica de Explosivos de El Fargue, la Diputación, la Base Aérea de Armilla o Radio Granada, ante cuyo micrófono también se leyó la declaración de guerra. El teniente coronel del Campo ocupó el Ayuntamiento, Valdés el Gobierno Civil y Nestares Cuéllar la comisaría de la calle Duquesa. Se clausuró el ‘Defensor de Granada’ y se registraron y cerraron los locales del Partido Comunista, la Casa del Pueblo y del Socorro Rojo Internacional.
    Poco organizados, algunos militares y sindicalistas republicanos respondieron a la agresión con una huelga general revolucionaria y una espontánea resistencia armada que se hizo fuerte en el barrio del Albaicín. Los vecinos evacuaron sus casas por temor a que el barrio fuera bombardeado. Por Plaza Nueva, Paseo de los Tristes, cuesta de Alhacaba y calle Elvira, se veía desfilar a mujeres y niños con colchones y el ajuar indispensable para pasar la noche. Se montó un campamento en las Eras de Cristo para quien no tenía ningún otro lugar donde ir. El barrio resistía con improvisadas barricadas, con la presencia de vecinos armados con escopetas de caza y cuchillos que poco pudieron hacer tras las primeras incursiones y bombardeos. Murieron más de treinta personas y hubo cientos de detenidos. En tres días, la capital dejó de ser republicana.

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