14.04.13 - El Comercio diario de Asturias
Es un gran juego». Y se «juega de niño para ser hombre y de
hombre para ser niño». Hablamos de escultismo. O sea, de ser scout, en
definición de la que quedó constancia en el número 7 de la revista
'Kalumet', editada por la Agrupación Scout de Gijón en diciembre de
1935. Hoy esa publicación, bautizada con el nombre de la pipa que
fumaban los indios apaches, es una rara joya a salvo de perderse en el
olvido de un baúl gracias a Adolfo Mori, alias Lobo Solitario, (que fue Comisario de los Scouts de España-ASDE en la entonces Zona Scout de Asturias), 92 años, y
un veterano del moviento scout en Asturias. A los ocho años se inició
en el escultismo y hoy acaba de donar su gran colección de revistas,
fotografías, libros de actas y excursiones al Museo del Pueblo de
Asturias para su estudio y conservación. Conste en acta que tuvo ofertas
para que tomara rumbo a Madrid. Y fueron rechazadas. Quizá ese empeño
en que su colección permanezca en Asturias tiene algo que ver con su
espíritu scout.
Mori atesoró durante años colecciones completas de revistas
encuadernadas como la citada 'Kalumet', que aporta aún más información
fundamental para conocer aquellos primeras décadas de los scouts en
España, en el mundo y también en Asturias, en donde la idea de Lord
Robert Baden-Powell que hoy llega a 16 millones de chicos y chicas en el
mundo, se instaló muy pronto. «Lo que este movimiento universal quiere
es hacer ciudadanos; pero ciudadanos que al ingresar en la carrera de la
vida sigan considerándola como aquel gran juego que desde niños
presidió todos sus actos», quedó escrito en la revista, que informa cómo
la formación de los scouts imprime sonrisas y un carácter positivo
necesario para salir triunfante de todas las empresas. «Un muchacho
cuando ingresa es un muchacho con todos sus vicios, es una pasta
heterogénea a la que hay que conocer primero, para conocida, buscar la
fórmula capaz de moldearla, y ya despés de muchas manipulaciones,
dejarla ir poco a poco endureciéndose, para que por el transcurso del
tiempo, su masa homogénea, tome la consistencia de la roca, incapaz de
destuirla la piqueta más afilada de los vicios y el golpe más pesado de
las malas costumbres».
Ese gran juego es ya centenario y continúa vivo y coleando
aún hoy, pero tuvo un origen claro. Fue Robert Baden-Powell, coronel
británico bregado en las guerrillas de Afganistán y combatiente en
Sudáfrica en la guerra contra los bóers, quien puso en pie el movimiento
escultista. Durante el asedio de Mafeking cuando el siglo XIX daba sus
últimos coletazos, descubrió que la clave de la supervivencia dependía
muy mucho de la habilidad de los exploradores para obtener información.
De vuelta a Inglaterra, quiso aplicar a esos conocimientos a la
formación de los chicos (fueron boys scout hasta 1967, luego se suprimió
el término másculino) y escribió 'Scouting for boys'. En 1907 se montó
el primer campamento y al año siguiente el movimiento scout empezaba a
coger fuerza en Inglaterra primero y el resto del mundo después.
A España llegó en 1911. Y Asturias, muy poco después. En
1913 se editaba ya la revista 'El Explorador' y en uno de sus primeros
números ya figuran imágenes captadas en Asturias de exploradores en
Gijón, Oviedo y Muros de Pravia. Esas publicaciones revelan una
organización cada vez más fuerte que contó con su propio himno, con sus
distinciones y que movilizaba a exploradores por diferentes campamentos
de España e incluso del extranjero. Desde Gijón, en plenos años treinta,
la Patrulla Lobo viajó a Lieja para participar en un encuentro
internacional de scouts. Aún se conservan los banderines con los que los
asturianos hicieron patria en su periplo belga.
Revelan también las publicaciones los detalles de la gran
escala escultista de entonces -lobatos (de 9 a 11 años), exploradores
(de 11 a 18) y rovers (mayores de 18)- y desvelan los libros de
acampanda y de actas el día a día de aquellos muchachos que en enero de
1935, por poner un ejemplo, se fueron de excursión a Llantones. Lobo
Amarillo, Lobo Solitario, Asta de Ciervo, Ojo de Lince y Simba eran por
aquellas fechas algunos de sus miembros, que se unían en grupos
bautizados con nombres tan sugerentes como los Bisontes de las Pradera.
Mucho se aprendía en aquellas excursiones. Se realizaban prácticas de
socorro en emergencia, de camping y de cocina. Ese era el juego. Vivir.
Aprender. El objetivo: «Desarrollo del carácter y de la inteligencia,
desarrollo de la destreza y habilidad manual, desarrollo del espíritu de
servicio y camaradería por las buenas acciones y desarrollo de la salud
física y de la higiene».
Aquella literatura engolada de antaño adopta hoy unos tonos
y tintes diferentes, aunque el espíritu del movimiento es el mismo:
busca, igualmente, una educación en valores, la asunción de compromiso y
responsabilidades, la socialización y la educación en grupo. Lo mismo
pero diferente. Pero muy vigente. La Federación de Asociaciones de
Scouts de España agrupa hoy en nuestro país a 17 organizaciones, con
representación asturiana incluida, Asdepa, que cuenta con dos grupos
-Noega y Keltikhe, ambos en Gijón-. Claro que en realidad, al margen de
esa federación, que cifra en 30.000 los socios con los que cuenta en
toda España, existen otros muchos grupos de scouts en el Principado,
media docena de ellos vinculados a la Iglesia católica