domingo, 29 de marzo de 2020

Fotos de Scouts y Guías Adultos de Granada, AGAE-AISG, 'Siempre Listos para contribuir a un Mundo Mejor', también en tiempo difíciles como en la 'Pandemia'! de este año 2020! Un cordial saludo para todos los Hermanos y Hermanas Scouts y Guías!!




En este tiempo de confinamiento por la 'pandemia', hay lugar para desempolvar viejas fotos, etc...



En el San Jorge 2010 en Jayena (Granada)



En las Piñas Scouts de Plata, 2016.


En el Colegio Don Bosco de los Salesianos, 23-2-2017.

 

En las Piñas Scouts de Plata 2017.


En la Parroquia de la Magdalena 2019.
 

En las Piñas Scouts de Plata 2019.


En la Parroquia de San Juan María Vianney, 2020.


En la Asamblea 2020, en el Centro Cívico Municipal Lancha del Genil.
 





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viernes, 27 de marzo de 2020

Antonio Alaminos: "Craig Turpie, Presidente del Comité Scout Mundial-OMMS-WOMS" · Viernes, 27 de marzo de 2020.- El Comité Scout Mundial debería haber comenzado su reunión regular de 3 días en Kuala Lumpur, Malasia, hoy. Sin embargo, forzado por las circunstancias, todo el Comité Scout Mundial se reunió virtualmente por primera vez ... ¡porque el Movimiento Scout nunca se detiene! A pesar de que los eventos nos obligaron a permanecer separados, el espíritu durante nuestras discusiones de hoy fue definitivamente uno de unión y unidad, ya que dirigimos nuestra atención a la pandemia y el impacto que está teniendo en muchas de nuestras 171 Organizaciones Scouts Nacionales.-







Porque el Movimiento Scout nunca se detiene ...

Craig Turpie, Presidente del Comité Scout Mundial-OMMS-WOMS · Viernes, 27 de marzo de 2020 

El Comité Scout Mundial debería haber comenzado su reunión regular de 3 días en Kuala Lumpur, Malasia, hoy. Sin embargo, forzado por las circunstancias, todo el Comité Scout Mundial se reunió virtualmente por primera vez ... ¡porque el Movimiento Scout nunca se detiene!

A pesar de que los eventos nos obligaron a permanecer separados, el espíritu durante nuestras discusiones de hoy fue definitivamente uno de unión y unidad, ya que dirigimos nuestra atención a la pandemia y el impacto que está teniendo en muchas de nuestras 171 Organizaciones Scouts Nacionales. .
Al comienzo de la reunión, Leonardo Morales, miembro del Comité Scout Mundial de Costa Rica, compartió su reflexión:
En este momento, nadie es rico ni pobre. La riqueza se basa ahora en ser saludable y fuerte. No hay estatus social, no hay arriba o abajo. Como Scouts, la humanidad nos está llamando a ser responsables con nosotros mismos y estar preparados para ayudar a los demás. Debemos hacerlo. No importa las circunstancias; Los Scouts deben ser una esperanza para enfrentar este momento que posiblemente marca, una nueva esperanza para nuestro futuro. Sé solidario y agradecido por todo lo que tienes, sé amable y sigue sonriendo. Desecha tu egoísmo, sé un humano real que tiene el don de vivir en este mundo precioso y fantástico. No tengas miedo, confía en Dios o en esa fuerza Superior que guía tu alma y tu corazón. ¡Sé un verdadero Scout! ¡Haz tu mejor esfuerzo! Contamos contigo.
Estas palabras proporcionaron la reflexión perfecta para enmarcar nuestras discusiones de hoy.
En mis comentarios introductorios transmití algunas reflexiones que Ahmad Alhendawi y yo compartimos con el Comité Scout Mundial hace unas semanas:
Nuestro planeta está presenciando un desafío sin precedentes.
El coronavirus que está arrasando rápidamente el mundo no conoce fronteras, afecta a las personas en todas partes, dando lugar a la pandemia que, irrefutablemente, cambiará el mundo que todos pensamos que conocíamos.
Nuestro movimiento es resistente. Sabemos que parte del gran éxito de Scouting en los últimos 113 años ha sido su capacidad duradera de adaptarse y responder a las necesidades cambiantes de las comunidades en todos los niveles. El Movimiento Scout ha sobrevivido a terribles conflictos mundiales. La exploración ha sobrevivido a los desastres naturales debilitantes. La exploración sobrevivirá a esta pandemia de coronavirus.
Las próximas semanas, meses y posiblemente años, presentarán desafíos para nuestro Movimiento, como nunca antes habíamos presenciado.
Los exploradores en muchos países han enfrentado y continuarán enfrentando desafíos en el hogar y en sus comunidades locales por períodos prolongados. Los miembros de la familia pueden verse afectados por las consecuencias económicas y de salud de esta situación en desarrollo. Su educación formal, donde tienen acceso a ella, puede verse gravemente afectada por la pandemia. Es posible que no puedan disfrutar del Movimiento Scout ya que lo han experimentado. Del mismo modo, nuestros voluntarios adultos estarán preocupados por sus Scouts y su capacidad para responder a los desafíos que surgen en los pueblos, ciudades y ciudades de todas partes.
Todo esto tiene el potencial de crear una sensación de gran preocupación y ansiedad para nuestros miembros. Si bien no podemos predecir o controlar el resultado de esta pandemia, podemos controlar nuestra reacción a lo que sucede a nuestro alrededor.
Ya, en todas las regiones, hemos visto que Scouting se esfuerza por responder a la situación, tal como podríamos esperar. Esto debería, en un momento de gran preocupación, darnos una gran confianza en que nuestro Movimiento está respondiendo naturalmente a nuevas realidades, movilizándose para ser la fuerza social que marcará la diferencia en las comunidades locales. Y esto es realmente maravilloso.
En este momento difícil, nosotros, como la dirección de la Organización Mundial del Movimiento Scout, debemos mantenernos fieles a la Promesa que nos une y cumplir con nuestro deber de ayudar a otras personas de una manera que quizás nunca podríamos haber imaginado.
El Movimiento Scout Mundial hará todo lo posible para servir y apoyar al Movimiento en este momento tan desafiante. Juntos, nos aseguraremos de que el Movimiento Scout nunca se detenga.














Antonio Alaminos



Antonio Alaminos


Antonio Alaminos


Antonio Alaminos


Antonio Alaminos


Antonio Alaminos


Antonio Alaminos



Antonio Alaminos

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Antonio Alaminos


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Antonio Alaminos


Antonio Alaminos


Antonio Alaminos


Antonio Alaminos


Antonio Alaminos

La Conferencia Internacional de Escultismo Católico-CICE ha difundido la HOMILÍA del PAPA FRANCISCO ante la EPIDEMIA, viernes 27 de marzo de 2020.







HOMILÍA del PAPA FRANCISCO ante la EPIDEMIA, viernes 27 de marzo de 2020.

No te la pierdas. Son palabras sabias y profundas.

«Al atardecer» (Mc 4,35).

Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.
Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús. Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40).
Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.
Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.
El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.
Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7). Fuente foto y texto, Vatican.va.