Si nos preguntamos honestamente qué
nos hace felices, nos daremos cuenta de que la respuesta conlleva
esfuerzo. Ser virtuosos, que es atractivo porque nos hace mejores, es
costoso. Un gran problema contemporáneo, agravado por el alcance de las
redes sociales, es la expresión de un mundo que refleja sólo vidas
maravillosas. A la opinión pública no llega la otra cara de la moneda,
que cada uno vive personalmente, distinta como las vidas normales, con
sus luces y sus sombras.
Un verso de Miguel d’Ors dice: “La felicidad consiste en no ser feliz y que no te importe”.
La persona feliz es aquella que no está obsesionada por su felicidad
personal. Aunque no sea feliz todo el rato o haya momentos en los que no
es feliz, no le importa, porque se preocupa mucho más de la felicidad
de los otros.
Esta sociedad ha tenido un acceso muy
fácil al bienestar, a la cultura, a la seguridad, a la sanidad… Nunca
hemos vivido tanto. Nunca hemos tenido más posibilidades que ahora. Y,
sin embargo, parece que no podamos decir que nuestra sociedad es feliz.
Paradójicamente, la sociedad que habitamos está mentalmente peor. El
hombre y la mujer felices son los que saben en qué deben luchar. La
felicidad es una batalla a conciencia. Es, sobre todo, saber dónde hay
que poner el acento. Cada persona tiene un talón de Aquiles. A todos nos
aprieta el zapato por algún sitio. Una persona feliz es la que lucha
por ser mejor y se enfrenta a su defecto.
Una manera sencilla de alcanzar la
felicidad es reírse de uno mismo. Cuando uno reconoce un defecto de
carácter, o algo que hace mal, y lo acepta como parte de su yo, sufre
menos, y lo hace con humor, no con pesadumbre. Se acepta y trata de
mejorar.
Los hombres y las mujeres, maduros,
profundos, inteligentes, están llamados a alcanzar la auténtica
felicidad, aunque haya momentos en que no dejen de ponerse a dudar. La
felicidad no está en una férrea seguridad ante todo. El que lo sabe todo
acerca de todo suele caer en algunos tipos de ignorancia. Todos
experimentamos que, mientras avanzamos en la vida, cambiamos de opinión
en algunos aspectos, también porque la propia experiencia de la vida nos
pone en nuestro sitio. Cambiar la manera de ver las cosas es un síntoma
humano de estabilidad. Eso no quiere decir que los principios se
tambalean. Escuchar otras visiones, entender al que piensa distinto y
poner en duda nuestros argumentos es una actitud que nos hará más
felices.
¿Qué relación existe entre mundo
desarrollado, el estado del bienestar y sociedades inmaduras? Hoy
vivimos más, estamos más sanos, tenemos más acceso al desarrollo, y eso
es muy positivo. El efecto secundario es recibirlo sin habérselo ganado.
Todos somos conscientes de que valoramos menos lo que nos dan gratis.
Si lo tenemos todo a golpe de clic, es fácil que florezcan
personalidades impulsivas e incapaces de manejar las frustraciones
ordinarias. Si nos va bien y somos felices, ¿por qué tendemos al
desastre demográfico? El invierno demográfico de Europa es inédito en la
historia de la humanidad. Todas las civilizaciones han crecido, o se
han extinguido, porque han sido absorbidas, pero nunca se han aniquilado
por sí mismas. Sería bueno pensar por qué tenemos tan pocos hijos.
Los deseos expresan qué queremos hacer
con nuestra vida. Educar es domesticar el deseo. El deseo bueno aspira a
lo trascendental: lo bello, lo bueno, el bien. Las personas más felices
son aquellas que han tenido la inteligencia, la virtud y la suerte de
desear y lograr cosas buenas. Forma parte de la convivencia la
oportunidad de ayudar a las personas para que sean mejores, Aceptarnos y
aceptar a los demás como son es un hito clave en el camino hacia la
felicidad. La empatía es buena, pero, ojo, porque sólo tiene sentido si
esa empatía es jerárquica y ordenada.
Hay personas que se quedan hechas polvo
con las malas noticias en el telediario. ¿Para qué sirve eso? Para
sufrir gratuitamente. ¿Cambian algo? Absolutamente nada. ¿Qué propósitos
de año nuevo pueden, de verdad, hacer más bella y feliz nuestra vida?
Disfrutar con lo que somos y tenemos, y ponernos propósitos para mejorar
la vida de las personas que nos quieren. Así, cada año estará llena de
la felicidad más real posible.
Como cada año por estas fechas deseamos
un feliz nuevo curso a todos los alumnos, docentes y personal de los
centros, de todos los niveles educativos y formativos. ¿No les parece?
Cordiales saludos a los lectores y lectoras de IDEAL en Clase.
Ver artículos anteriores de
Antonio Alaminos López,
maestro retirado