Cuando un país comprende que su
principal recurso son los ciudadanos y que debe invertir en ellos,
especialmente cultivando el buen carácter mediante la educación, está en
el camino adecuado. Y si, además, ha convertido ese reto en una
prioridad en su sistema educativo, difunde una gran lección de historia:
que la bondad humana debe estar en el corazón de los asuntos de gran
importancia, como la vida familiar, la política, el comercio, la ley y
un larguísimo etcétera.
Trabajar los términos como: la educación
en valores, la educación del carácter o la educación para la ciudadanía,
entre otros muchos; es referirse, entre otras cosas, al desarrollo de
un individuo que quiere ser capaz de hacer el bien. En otras palabras:
bondad, efectividad, inteligencia y ciudadanía. Todos son importantes y
hay un solapamiento hasta cierto punto. El carácter es el más crítico y
la brújula para los otros.
¿Qué pueden hacer las escuelas para
promover el desarrollo del carácter? Si el carácter debe ser una
auténtica prioridad en los colegios, tiene que tener recursos. Se deben
promover relaciones positivas entre todos los grupos de la escuela, como
los alumnos, los padres, los profesores, el personal, el entorno social
cercano, etc. Se deben interiorizar motivaciones que encarnen el buen
carácter: como dar ejemplo todos en el medio escolar. Deben ser modelo
de lo que quieren ver de bueno en los demás. Y, además, escuchar y dar
capacidad de decisión a todos los colectivos escolares.
Es difícil, muy difícil, ya se sabe. Pero
toda sociedad que camina por caminos adecuados, como decía al
principio, quiere que sus ciudadanos se preocupen por el bienestar de
los otros, que se responsabilicen de sus acciones o que digan la verdad,
no por meras convenciones culturales, sino por educar el carácter.
Recordemos que los jóvenes están llamados a garantizar la vida
democrática y el cuidado del mundo.
Un cordial saludo a los lectores y lectoras de IDEAL en Clase.
Ver artículos anteriores de
Antonio Alaminos López,
maestro retirado