Antonio Alaminos, acompañando a la Virgen del Rosario Coronada, Copatrona de Granada, como cada año desde que era muy joven en su salida procesional por las calles de su ciudad, el jueves 12 de Octubre de 2023. Día de la Fiesta Nacional de España, Día de la Hispanidad y Festividad de la Virgen del Pilar. ¡Laus Deo!
Diploma del Capitán General de la entonces 5ª Región Militar al Cabo Primero Antonio Alaminos por su Buen Comportamiento y Espíritu demostrados durante el Servicio Militar Obligatorio.
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ANIVERSARIO DEL MOVIMIENTO SCOUT EN VALLADOLID
Jóvenes aventureros, disciplinados... y centenarios
Destacados vallisoletanos como José
Gómez Sigler y Cesáreo Aguirre apadrinaron la creación, en 1913, del
movimiento Scout, cuyas actividades fueron prohibidas por el franquismo
Diario El Norte de Castilla (vocento) 21.12.13
Robert Baden Powell,
inspector general de la Caballería Británica, nunca dejó de insistir en
el acendrado patriotismo de aquellos veinte jóvenes que, perfectamente
adiestrados, habían comenzado sus andanzas organizadas en 1907, en un
campamento experimental en la isla de Brownsea. Eran los primeros
Scouts.
Las enseñanzas de Baden Powell recorrerían el
mundo entero, llegarían muy pronto a España e inspirarían, a partir de
1910, el nacimiento de los primeros Exploradores españoles; enseñanzas y
alegatos que hablaban de «soldados que van delante del ejército,
expuestos a gravísimos y continuos peligros, para descubrir al enemigo»,
pero también de emprendedores «que hacen exploraciones en partes no
civilizadas del globo, abren nuevos horizontes a la actividad de su raza
y de su Patria, recorren los rincones remotos del mundo, sacrificando
su reposo y hasta su vida por la gloria y la grandeza de su país, para
ensanchar sus dominios».
A Valladolid llegaron hace justamente cien años,
en 1913, después de que lo hicieran en Barcelona, Madrid y Vitoria. Un
centenario que los Scouts celebran hoy con un acto a las 11 de la mañana
en la Plaza de la Universidad y la presentación, dos horas después, en
el Teatro Zorrilla, del libro ‘Hay huellas scouts por Valladolid’, de
Juan Antonio Espeso González.
Y es que la ciudad del Pisuerga tuvo además un
protagonismo colateral en el nacimiento de los Scouts a escala nacional,
pues su fundador, el militar Teodoro Iradier y Herrero, estudió en
Valladolid y ejerció como profesor en el colegio de Huérfanos de
Santiago del Arma de Caballería, antes de poner en marcha, junto a su
amigo Arturo Cuyás, el “Comité Organizador de los Exploradores de
España”, en agosto de 1910. Además del modelo de Baden-Powell, Iradier
se inspiró en la sociedad “La Exploradora”, iniciada por su tío en
Vitoria, de ahí la denominación originaria.
Escuela y milicia
Era un movimiento pujante y los vallisoletanos lo
recibieron con alegría y expectación. Sus miembros vestían trajes de
pana, portaban insignias identificativas y eran considerados como modelo
idóneo de formación para niños y jóvenes, una especie de escuela y
milicia que les adiestraba en la aventura, pero también en la vida en
grupo, en la fe patriótica y caritativa.
Entre los fundadores en la ciudad figuraron José
Gómez Sigler y el comandante de Infantería Ruperto Ramírez; y entre los
“padrinos” más destacados, Cesáreo Aguirre, alcalde de Valladolid en
1911-1912, Ricardo Allúe, director de El Norte de Castilla, el capitán
de Estado Mayor Nicolás Benavides, y Ernesto Bonaplata Godoy.
En menos de un año de vida, la ciudad ya conocía sus actividades y admiraba las originales excursiones que organizaban,
su espíritu de disciplina y orden, además del adecuado adiestramiento
físico y moral que recibían de sus instructores. En 1914 ya había más de
18.000 diseminados por toda España, y al año siguiente, el mismísimo
Alfonso XIII, que había recibido el movimiento con verdadera admiración,
les otorgaba una parcela en el monte de El Pardo para campamento
permanente.
Entre las actividades pioneras en nuestra ciudad
sobresalió, en julio de ese mismo año, la excursión de 250 exploradores a
la finca de Canterac, cedida a tal efecto por la condesa de la Oliva.
Además, en las fiestas del Corpus, la plaza de toros acogió una
exhibición de sus habilidades y destrezas, ejercicios físicos,
demostraciones musicales y disciplina militar; les acompañaba su
madrina, la elegante dama vallisoletana Esperanza Álvarez de Guillén.
En los años 20, además de crearse la rama de
“lobatos”, el movimiento recibe el total apoyo del dictador Miguel Primo
de Rivera, si bien experimenta cierto decaimiento. En Valladolid, por ejemplo, se pasó de 500 exploradores en 1914 a 110 en 1927.
El abandono de los jóvenes a los 18 años, la falta de apoyo económico
de las clases altas y la aversión de quienes los consideraban
excesivamente militaristas y monárquicos explicarían tamaño declive.
De ahí la desconfianza con que los acogió, en un
primer momento, el gobierno republicano. Aunque peor les fueron las
cosas con la sublevación militar que en julio de 1936 provocó la Guerra
Civil: su sede de la calle Doctrinos fue saqueada en dos ocasiones antes
de su incautación oficial a favor de las juventudes de Falange. De
hecho, en abril de 1940 Franco decretó la suspensión de sus actividades,
lo que les obligó a permanecer, hasta 1965, en una situación de semi
clandestinidad.
Los primeros pasos de su recuperación en
Valladolid comenzaron a finales de los 60, al tiempo que se certificaba
el fracaso de las organizaciones juveniles franquistas. Fue en 1970
cuando renacieron de manera oficial, adscritos a la Asociación de Scouts
de España (ASDE) y con el nombre pionero de “San Jorge”. Eran,
aproximadamente, 150 jóvenes. A partir de 1975, y durante toda la década
de los 80, Valladolid acontece a una frenética actividad de creación de
grupos de exploradores.
Además, cuando en enero de 1977 recuperaron
definitivamente su entidad jurídica, el movimiento ya se había
enriquecido con los scouts promovidos al amparo de la Iglesia. Así se
explica la existencia de dos ramas escultistas, la ASDE (que en los años
80, por cierto, había incorporado a su seno a los “Scouts de Baden
Powell”) y el Movimiento Scout Católico (MSC), cuya estrecha
colaboración en Valladolid quedó sellada en 2005, con la firma del
pertinente convenio. En la actualidad, el movimiento engloba en nuestra
ciudad a más de 1.400 chicos y chicas.
Pequeños héroes
El libro de Espeso también desvela el protagonismo social alcanzado en los primeros tiempos por determinados exploradores vallisoletanos.
Es el caso, por ejemplo, de Luciano Bastardo, que en febrero de 1914,
con tan solo 13 años, se ganó la Medalla de la Cruz de Beneficencia al
interponerse entre un perro rabioso y un grupo de párvulos, “llevándose
la peor parte”. Curiosamente, Bastardo, que terminó sus días como monje
en Ávila, cuando estalló la Guerra Civil hizo frente a un grupo de
obreros que trataba de incendiar la iglesia vallisoletana de San Juan.
También destacaron los exploradores que en abril
de 1917 alertaron sobre el incendio desatado en las cercanías de la
Plaza Mayor de Salamanca, el generoso Valeriano Gutiérrez, cuyo nombre
saltó a la palestra informativa por haber devuelto una cartera con 1.000
pesetas hallada mientras acampaba en San Sebastián, y José María Gómez
del Barco, hijo de Gómez Sigler, explorador primero y luego “héroe”, en
1924, en la Guerra de Marruecos.