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Jamscout. Primer campamento nacional del Movimiento Scout Católico
He “colgado” tarde este articulito porque fui invitado ayer y antes de
ayer a la inauguración y a la celebración de la Eucaristía de este
campamento cuyo lema es “Lo que nos hace grandes”. Se está celebrando en el Raso de la Nava, en Covaleda (Soria).
Cinco mil scouts hemos estado durante el fin de semana que acaba de terminar: Castores, Lobatos, Exploradores, Pioneros, Rovers –con edades crecientes, conforme avanzan en cada etapa, desde los 6 hasta los 21 años- más los educadores responsables y los voluntarios necesarios para los múltiples servicios y actividades que se están llevando a cabo. Por lo que yo sé –y llevo en estas “movidas” desde 1962- es el Campamento para niños, adolescentes y jóvenes más numeroso celebrado nunca en España en los siglos XX y lo que llevamos del XXI. Conciertos, Festivales, campeonatos de motociclismo, Encuentros con los Papas, Jornadas Mundiales de la Juventud han sido mucho más numerosas, pero no eran campamentos. He participado en unos y en otras, pero son experiencias muy diferentes.
No había sido posible realizarlo hasta ahora debido a la contaminación política. La política es una vocación y una expresión muy importante de la caridad, pero es fácilmente contaminable por las ideologías, por el afán de poder y por la corrupción, pues el pecado original y sus consecuencias, se crea o no se crea en él, haberlo haylo y se deja notar. Durante el régimen franquista el escultismo estuvo primero prohibido y finalmente tolerado, pero un campamento de estas dimensiones hubiera sido demasiada provocación. En la Transición todos estábamos en otra cosa y las energías se empleaban en sacar adelante lo sustancial del sistema democrático, expresado todavía en nuestra vigente Constitución; no estaba el horno para supercampamentos. Una vez activado el llamado Estado de las Autonomías, los scouts nos dejamos engullir por ese planteamiento político de modo que se alteró la esencia fundacional del escultismo católico, que era diocesano, para pasar a funcionar como escultismos regionales, uno por autonomía. Dejándonos contaminar por esa ideología autonomista, el poder decisorio dentro de la asociación pasó a manos de unas pocas personas, los representantes regionales. El nacionalismo y el regionalismo eran demasiado poderosos como para permitir ni siquiera soñar en realizar un campamento nacional.
Pero un movimiento comenzó a emerger, a la par, desde la base de muchos grupos scouts católicos, y desde el Consejo nacional del MSC. Después de mucha reflexión, no pocas discusiones y un montón de disgustos, ha sido posible, digamos, refundar el Movimiento Scout Católico, volviendo por una parte a su esencia, al carácter diocesano, claramente católico, y por otra, restaurar lo que nunca debió perderse: el protagonismo de los jóvenes y el papel de todos los agentes educativos: los propios jóvenes, sus padres, los educadores responsables –monitores se dice en muchos grupos scouts, dejándose contaminar una vez más por la ideología dominante en la legislación referente al tiempo libre- y los consiliarios, como personas de enganche con la comunidad cristiana, sea parroquia o Colegio católico.
La Eucaristía de ayer, domingo, fue presidida por el cardenal de Madrid, D. Carlos Osoro, lo que es muestra clara de su olfato pastoral y promesa de tiempos mejores para el escultismo católico español. Concelebraron con él Monseñor Xavier Novell, que como representante de la Conferencia Episcopal, ha seguido muy de cerca durante los últimos años los pasos del escultismo católico y Monseñor Juan Antonio Aznárez, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela. En el campamento había unos cuantos sacerdotes, pocos, demasiado pocos para poder acompañar bien a cinco mil niños y jóvenes y educadores y voluntarios y equipos directivos. Esto me lleva a dos preguntas, una para los obispos españoles y otra para los sacerdotes jóvenes: ¿Estarán los obispos españoles dispuestos a dedicar esfuerzos, nombrando sacerdotes –sí, ya sé que hay pocos- consiliarios y permitiéndoles y animándoles a tener una mínima dedicación, mínima, pero real, para acompañar y potenciar el escultismo católico? Y ¿estarán los curas jóvenes dispuestos a desgastarse, cargar con la mochila, dormir en un saco en tienda de campaña, para estar cerca de los niños y los jóvenes scouts católicos? Por desgracia, podría ocurrir que habláramos mucho de nueva evangelización, de Iglesia en salida y despreciáramos una de las herramientas mejores que es, a mi juicio, el escultismo católico. Cada uno respiramos por nuestra herida. Yo lo hago por esta.
Cinco mil scouts hemos estado durante el fin de semana que acaba de terminar: Castores, Lobatos, Exploradores, Pioneros, Rovers –con edades crecientes, conforme avanzan en cada etapa, desde los 6 hasta los 21 años- más los educadores responsables y los voluntarios necesarios para los múltiples servicios y actividades que se están llevando a cabo. Por lo que yo sé –y llevo en estas “movidas” desde 1962- es el Campamento para niños, adolescentes y jóvenes más numeroso celebrado nunca en España en los siglos XX y lo que llevamos del XXI. Conciertos, Festivales, campeonatos de motociclismo, Encuentros con los Papas, Jornadas Mundiales de la Juventud han sido mucho más numerosas, pero no eran campamentos. He participado en unos y en otras, pero son experiencias muy diferentes.
No había sido posible realizarlo hasta ahora debido a la contaminación política. La política es una vocación y una expresión muy importante de la caridad, pero es fácilmente contaminable por las ideologías, por el afán de poder y por la corrupción, pues el pecado original y sus consecuencias, se crea o no se crea en él, haberlo haylo y se deja notar. Durante el régimen franquista el escultismo estuvo primero prohibido y finalmente tolerado, pero un campamento de estas dimensiones hubiera sido demasiada provocación. En la Transición todos estábamos en otra cosa y las energías se empleaban en sacar adelante lo sustancial del sistema democrático, expresado todavía en nuestra vigente Constitución; no estaba el horno para supercampamentos. Una vez activado el llamado Estado de las Autonomías, los scouts nos dejamos engullir por ese planteamiento político de modo que se alteró la esencia fundacional del escultismo católico, que era diocesano, para pasar a funcionar como escultismos regionales, uno por autonomía. Dejándonos contaminar por esa ideología autonomista, el poder decisorio dentro de la asociación pasó a manos de unas pocas personas, los representantes regionales. El nacionalismo y el regionalismo eran demasiado poderosos como para permitir ni siquiera soñar en realizar un campamento nacional.
Pero un movimiento comenzó a emerger, a la par, desde la base de muchos grupos scouts católicos, y desde el Consejo nacional del MSC. Después de mucha reflexión, no pocas discusiones y un montón de disgustos, ha sido posible, digamos, refundar el Movimiento Scout Católico, volviendo por una parte a su esencia, al carácter diocesano, claramente católico, y por otra, restaurar lo que nunca debió perderse: el protagonismo de los jóvenes y el papel de todos los agentes educativos: los propios jóvenes, sus padres, los educadores responsables –monitores se dice en muchos grupos scouts, dejándose contaminar una vez más por la ideología dominante en la legislación referente al tiempo libre- y los consiliarios, como personas de enganche con la comunidad cristiana, sea parroquia o Colegio católico.
La Eucaristía de ayer, domingo, fue presidida por el cardenal de Madrid, D. Carlos Osoro, lo que es muestra clara de su olfato pastoral y promesa de tiempos mejores para el escultismo católico español. Concelebraron con él Monseñor Xavier Novell, que como representante de la Conferencia Episcopal, ha seguido muy de cerca durante los últimos años los pasos del escultismo católico y Monseñor Juan Antonio Aznárez, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela. En el campamento había unos cuantos sacerdotes, pocos, demasiado pocos para poder acompañar bien a cinco mil niños y jóvenes y educadores y voluntarios y equipos directivos. Esto me lleva a dos preguntas, una para los obispos españoles y otra para los sacerdotes jóvenes: ¿Estarán los obispos españoles dispuestos a dedicar esfuerzos, nombrando sacerdotes –sí, ya sé que hay pocos- consiliarios y permitiéndoles y animándoles a tener una mínima dedicación, mínima, pero real, para acompañar y potenciar el escultismo católico? Y ¿estarán los curas jóvenes dispuestos a desgastarse, cargar con la mochila, dormir en un saco en tienda de campaña, para estar cerca de los niños y los jóvenes scouts católicos? Por desgracia, podría ocurrir que habláramos mucho de nueva evangelización, de Iglesia en salida y despreciáramos una de las herramientas mejores que es, a mi juicio, el escultismo católico. Cada uno respiramos por nuestra herida. Yo lo hago por esta.