viernes, 3 de abril de 2020

+ MISA PARA EN TIEMPO DE PANDEMIA + ORACIONES DEL MISAL Y LECTURAS DEL LECCIONARIO + Aprobada por la Congregación para el Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos el 2 de Abril de 2020 +






+ MISA PARA EN TIEMPO DE PANDEMIA + ORACIONES DEL MISAL Y LECTURAS DEL LECCIONARIO +

Aprobada por la Congregación para el Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos el 2 de Abril de 2020.

Después de que el 25 marzo la Congregación para el Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos ofreció una actualización de las indicaciones generales sobre la Semana Santa y la Pascua, hoy ha publicado el decreto por el que se aprueba el formulario de la misa «en tiempo de pandemia» y los días en que puede celebrarse, mientras dure esta situación.


MISA PARA EN TIEMPO DE PANDEMIA

Esta Misa se puede celebrar, según las rúbricas de las Misas y Oraciones por diversas necesidades, todos los días, excepto las solemnidades y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, los días de la octava de Pascua, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Miércoles de Ceniza y las ferias de Semana Santa.


ORACIONES DEL MISAL: 

Antífona de entrada Is 53,4

El Señor soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores.

Oración colecta

DIOS todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro,
a quien nos dirigimos en nuestra angustia;
te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto,
consuela a los que lloran, sana a los enfermos,
da paz a los moribundos,
fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes
y valentía para llegar a todos con amor glorificando juntos tu santo nombre.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas

ACEPTA, Señor, los dones
que te ofrecemos en este tiempo de peligro; y haz que, por tu poder,
se conviertan para nosotros
en fuente de sanación y de paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión Mt 11, 28

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré, dice el Señor.

Oración después de la comunión

OH, Dios, de quien hemos recibido la medicina de la vida eterna,
concédenos que, por medio de este sacramento, podamos gloriarnos plenamente de los auxilios del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo

OH, Dios, protector de los que en ti esperan, bendice a tu pueblo,
sálvalo, defiéndelo, prepáralo con tu gracia,
para que, libre de pecado y protegido contra sus enemigos, persevere siempre en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

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LECTURAS DEL LECCIONARIO:

Primera lectura (opción 1) Lam 3, 17-26

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor

Lectura del libro de las Lamentaciones.

HE perdido la paz,
me he olvidado de la dicha;
me dije: «Ha sucumbido mi esplendor y mi esperanza en el Señor».
Recordar mi aflicción y mi vida errante es ajenjo y veneno;
no dejo de pensar en ello, estoy desolado;
hay algo que traigo a la memoria, por eso esperaré:
Que no se agota la bondad del Señor, no se acaba su misericordia;
se renuevan cada mañana,
¡qué grande es tu fidelidad!; me digo: «¡Mi lote es el Señor, por eso esperaré en él!».
El Señor es bueno para quien espera en él, para quien lo busca;
es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial (opción 1) Sal 79, 2ac y 3b. 5-7 (R.: 4b)

R Que brille tu rostro, Señor, y nos salve.

V Pastor de Israel, escucha;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece; despierta tu poder y ven a salvarnos. R
V Señor, Dios del universo,
¿hasta cuándo estarás airado mientras tu pueblo te suplica? Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros. R

Primera lectura (opción 2) Rom 8, 31b-39

Ni muerte ni vida podrán separarnos del amor de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angus- tia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito:
«Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza».
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni nin- guna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial (opción 2) Sal 122, 1b-2b. 2cdefg (R.: 3a; 2cd)

R Misericordia, Señor, misericordia.

O bien:

R Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.

V A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. R
V Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. R


Aclamación antes del Evangelio 2 Cor 1, 3b-4a

A. En el tiempo de Cuaresma: antes y después del versículo pueden emplearse algunas de las aclamaciones propuestas para este tiempo.

B. En el tiempo pascual: antes y después del versículo se canta o se dice Aleluya. 

V Bendito sea el Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra.
 
Evangelio Mc 4, 35-41

¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!

Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

AQUEL día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca has- ta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obe- decen!».

Palabra del Señor.



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